Confesiones

Podría dedicarme a escribir todo lo que me produce rechazo, repulsa o aversión,
pero me pregunto si merece la pena.
Es tanto lo que me incomoda, lo que me aturde y lo que merece una crítica que es más fácil limitarse a expresiones como “el ser humano es un grandioso hijo de puta” o… “somos un fallo de la naturaleza”.

Seguramente mi visión esté condicionada y mi objetividad se sitúe en….ya sabes, en mi entrepierna.
Si te digo que esa mujer me da asco y que ese político es un imbécil no me vas a entender, si te hablo del hombre como víctima lo más probable es que tampoco me entiendas. Dirás que lo que te digo mola porque es una muestra de “rebeldía”, inconformismo y carácter. Te gustará y me darás la razón sin entender el motivo. Opinarás que lo que te cuento es interesante y que soy una persona inteligente, pero esto va a estar también condicionado por tu capacidad. Mientras que para ti mi rebeldía es atractiva…para otro ocuparé el nivel 3 en el ranking de adolescentes hormonados que se quejan por quejarse.

Y yo, personalmente soy todo un ejemplo de estupidez, una adolescente hormonada que no sabe quién es, a dónde se dirige ni qué es lo que quiere.
Vivo en crisis, parece que me gusta sufrir y sobre todo…me gusta quejarme.